Siempre que nos sentimos decepcionados –por un resultado determinado, por nuestro comportamiento o el de otra persona... es porque previamente nos habíamos creado ciertas expectativas alejadas de la realidad.
¿Por qué nos decepcionamos?
La decepción es ese movimiento de sorpresa y tristeza que nos golpea cuando no obtenemos aquello que esperábamos y que confiábamos que sucedería.
Nos pueden decepcionar algunas situaciones: una fiesta menos alegre de lo previsto, la derrota de nuestro equipo de fútbol, un tiempo lluvioso, el resultado de las elecciones…
También nos puede decepcionar alguien: un amigo que traiciona nuestra confianza, un hijo que no rinde en la escuela, un cónyuge que no se muestra receptivo durante una velada íntima porque está demasiado preocupado por el trabajo…
La decepción solo sobreviene cuando, previamente, hemos esperado o amado, cuando hemos pasado por una espera positiva. Es como una caída, un retorno doloroso a una realidad muy alejada de nuestras expectativas.
Lo que no queremos o no nos importa, no nos decepciona. De modo que nuestros enemigos nunca nos decepcionan, porque no esperamos nada de ellos.
Así, para evitar la decepción, podemos intentar no esperar nada.Pero ese desapego supremo no nos parece muy gozoso ni atractivo.