Para cualquier mujer el hecho de dar a luz es un hito en su vida y, tal vez, uno de los momentos más importantes a recordar para siempre pero, después de este momento, llega otro fundamental en la relación con su hijo, con su pareja, y en su propia madurez como persona, y es el periodo de la lactancia.
Tras el parto, se pone en marcha la producción de prolactina, la hormona que favorece la secreción de leche materna, siendo este proceso fomentado por la succión precoz y frecuente del recién nacido.
Y, en medio de esta montaña rusa de emociones, de sentimientos encontrados marcados por el baile hormonal, nos hallamos ante un nuevo miembro de la familia y, además, inmersos en el proceso de recuperación de la reciente mamá. Ahora, el centro de atención y cuidados es el bebé, por supuesto, pero no debemos dejar de prestar atención a la madre, a su recuperación del parto, y a la relación con su pareja y su entorno.
Lactancia materna y lactancia artificial
Las necesidades nutricionales varían notablemente en función de si se opta por la lactancia materna o la lactancia artificial, a través de fórmulas lácteas adaptadas para la edad pediátrica.
También es posible compaginar ambas, pero es conveniente saber que, cuanto mayor sea la frecuencia y cantidad de lactancia materna, más leche produce la madre, ya que existe una retroalimentación positiva.
Todos los organismos que tienen algo que decir sobre salud, sanidad, alimentación o pediatría, recomiendan la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de edad. Esto quiere decir que el bebé no necesitaría tomar absolutamente nada más que la propia lactancia a demanda, ni siquiera agua, porque estaría suficiente y correctamente alimentado e hidratado.
Los beneficios de la lactancia materna son múltiples y variados. Entre otros, destacan:
Perfecta adecuación de la alimentación a las características del niño, tanto en requerimientos como en edad.
Transmisión, a través del calostro, de inmunoglobulinas que fomentan la inmunización del bebé frente a infecciones.
Alimentación a demanda con mayor y mejor control por parte del bebé de las sensaciones de hambre y saciedad.
Máxima higiene y seguridad alimentaria en la producción, preparación y toma láctea.
Fomento del vínculo afectivo madre-hijo.
Disminución del sangrado por parte de la madre.
Mejor control del peso de la madre y reducción progresiva del mismo.
Sin embargo, puede haber múltiples razones para optar por la lactancia artificial.
¿Cuáles son las necesidades de Alimentación durante la Lactancia?
En el periodo que sigue al parto, las necesidades calóricas de la madre aumentan de manera notable, hasta 500 Kcal/día, especialmente destinadas a la recuperación y la producción de la leche materna. Sin embargo, esto no quiere decir que la madre se dedique a comer sin control para incrementar la energía de los platos, sino que controle su dieta y la haga más concentrada en nutrientes para lograr así su objetivo: cubrir el aumento de necesidades calóricas de la madre y los requerimientos del bebé y favorecer la lactancia.
Tampoco es acertado iniciar dietas hipocalóricas estrictas o planes de alimentación muy severos, con el fin de rebajar el peso ganado durante la gestación, ya que este es un proceso que llevará su tiempo.
Respecto a las proteínas, también debe aumentar su consumo respecto a las recomendaciones en mujeres no lactantes ni gestantes. La toma correcta es de 2 g de proteína por peso corporal y día, cuando en una persona no lactante es de 1 g. Además, se recomienda priorizar el uso de proteínas de alto valor biológico.
En cuanto al contenido de hidratos de carbono y grasas, la recomendación es la normal y no existe variación respecto a una dieta no lactante.
Los minerales con mayor demanda son el calcio y el fósforo, algo lógico teniendo en cuenta que participan en la mineralización ósea, desarrollo dental y neurológico del bebé, por lo que dichos minerales deberá aportarlos la madre a través de la lactancia materna.
En lo que respecta a las vitaminas, existe un aumento generalizado en la necesidad de todas ellas, bien sean hidrosolubles o liposolubles. Sin embargo las Vitaminas del complejo B deben ser las principales en las que se enfoque la madre debido a que muchas de ellas intervienen en la reparación celular, el metabolismo de la energía de la madre, y el mantenimiento de los tejidos.
Otra parte fundamental en esta etapa es la hidratación cuidadosa, ya que la leche materna está compuesta fundamentalmente por agua y, por tanto, las necesidades de líquido aumentan en la madre. Los líquidos deberían estar presentes en la dieta en una cantidad de 2,5-3 litros al día, aproximadamente.